La cultura democrática en México es por demás desconocida para quienes habitamos el país. Los mexicanos nos hemos desapegado de cierta forma de las ideas que tenemos alrededor de la política y de nuestros gobiernos ya sea por apatía, por desesperanza o incluso por la incertidumbre que creemos que se genera en ese entorno. Sin embargo, nuestro país tiene una historia rica que nos ha llevado a formar las instituciones y la vida en democracia como la conocemos hoy en día. Hemos forjado leyes que nos han permitido acercarnos cada vez más, sin negar el trabajo que queda pendiente, a un lugar en el que se respeten las igualdades y los derechos democráticos de las personas.
Hablar de la cultura política en México implica desmembrar lo que opinamos los que aquí vivimos de nuestros gobernantes, de nuestras votaciones, de las campañas, de que tanto y como podemos involucrarnos para hacernos más cercanos al entorno político no solo como observadores sino como aquellos quienes ejecutan acciones. La cultura política ve más allá de la percepción actual y estudia desde donde venimos y como es que hemos llegado a donde estamos. Observa y entiende los panoramas futuros sobre nuestro sistema democrático para traernos escenarios más certeros sobre lo que puede o va a pasar con nuestras juventudes y su relación con el poder.
A continuación, se analizarán desde las definiciones básicas de cultura, política, hasta el término en conjunto y sus diversas implicaciones sociales, históricas e incluso demográficas.
DEFINIENDO LA CULTURA
Hablar de cultura política, sin importar la comunidad de a la que hagamos referencia, implica desmembrar las dos palabras que componen al término. Como primera instancia debemos entender que cuando se menciona la palabra cultura, estamos haciendo referencia a todas aquellas creencias, reglas no escritas, pensamientos, ideales, costumbres, mitos, rituales religiosos, símbolos y reglas que se transmiten de una generación a otra dando identidad al grupo o comunidad que las adopta y las hace parte de su vida. Todo este cúmulo de circunstancias generan un sentido de pertenencia en las personas haciendo que se les reconozca como propias, y como distintivas de su formación e historia.
Por otro lado, tenemos el significado de la palabra política, que tiene que ver con la concepción y organización de una comunidad o sociedad en torno al poder. La forma de gobierno que adoptan, los mecanismos mediante los cuales se hacen representar o se hacen gobernar y las actitudes que toman en torno a las figuras de poder que se hacen notar en sus grupos.
Si integramos ambos términos tenemos que, la cultura política no es más que la percepción (muy subjetiva) que, como grupo, o como seres individuales, tenemos de las formas de gobierno, de nuestros representantes, del poder, de las instituciones, etc.; así como de las actitudes y formas en que abordamos los temas que se relacionan con ello. No existe una definición 100 % aceptada pues hablar de cultura política implica hablar de cultura como tal, de lo que es imposible generar una sola definición, sin embargo, los autores concuerdan en que la preocupación por generar un conocimiento y un ideal en torno a la política de una comunidad ha existido desde que funcionamos como manadas.
Al igual que sucede con el resto de las áreas de estudio en las ciencias sociales, este ramo no es inmóvil. Esto quiere decir que un solo elemento no define las condiciones en las que se desarrolla la vida política y la concepción alrededor de ella que se genera en una comunidad. No existe un elemento único que determine el concepto de cultura política, este depende de condiciones paralelas tales como la economía, el nivel educativo de la población, las instituciones que componen a nuestro gobierno, la estructura social y la forma de organización, etc. No obstante, y aunque no hay un único factor, algunos de ellos si ejercen una mayor fuerza en esta área.
Al hablar de la cultura política se debe destacar el carácter interdisciplinario de la materia pues en ella se confluyen las ciencias políticas, la sociología, la antropología, la psicología y la investigación de la comunicación de masas.
Además, se puede decir que este ramo de la cultura es un subconjunto de la cultura general, pues de ella se desprenden valores, creencias y patrones de conducta compartidos que son relevantes para el proceso político. Entre los aspectos más importantes que conforman a la cultura política son los siguientes:
En México los años han dictado que la mejor forma de gobierno para nuestro sentir social es la de la democracia, por tanto. hemos creado una serie de ideas alrededor de esta forma de representación en el gobierno, desarrollando nuestra ideología hacia una cultura más libre y cada vez más cercana a un panorama de derechos universales.
ELEMENTOS QUE COMPONEN A LA CULTURA POLÍTICA DEMOCRÁTICA CIUDADANÍA
De acuerdo con lo que establece la Constitución de nuestro país, los mexicanos adquirimos la condición de ciudadanos una vez que hemos alcanzado la mayoría de edad, esto a los 18 años según la ley. Cuando esto sucede además de adquirir una serie de derechos como lo son la posibilidad de votar y ser votados, por citar un ejemplo, adquirimos obligaciones propias de nuestra ciudadanía, como la de hacer válido nuestro voto e involucrarnos en la vida política de nuestro país.
La cultura política en su carácter democrático está sustentada en la premisa de que, su mayor sustento son los ciudadanos libres, responsables e iguales ante la ley, que no sólo tienen la capacidad de legitimar el poder, sino que son la fuente éste. Recordemos que para un gobierno democrático el poder no solo nace del pueblo, sino que reside en el y por él. La voluntad final siempre tendrá que ser la de los ciudadanos, es decir, la de ese grupo de personas en su mayoría de edad con un estilo honroso de vivir, etc.
En su acepción moderna, el concepto de ciudadano tiene como premisa al individuo liberado de sus ataduras comunitarias, pero abandonado a sus propias fuerzas. Y es que la idea misma de individuo es producto de la lucha contra las jerarquías corporativas que concebían y valoraban a los hombres en función de criterios tales como el designio divino, el nacimiento o la guerra, y no en tanto personas nacidas con igualdad de derechos.
La idea de ciudadanía implica, asimismo, ir más allá del espacio privado, que es el área de las necesidades más inmediatas del hombre y de la lucha por satisfacerlas. En el mundo moderno, caracterizado por la diferenciación entre lo privado y lo público, el hombre tiene una existencia privada que lo hace ser burgués, proletario, miembro de la clase media, etc., mientras que en el espacio público aparece alejado de dichas determinaciones y reconocido formalmente como individuo sin distingos étnicos, raciales, sociales, ideológicos, económicos, etcétera.
Cabe destacar que ser un ciudadano en México no representa lo mismo que ser un elector. La diferencia reside principalmente en que los ciudadanos son aquellas personas mayores de edad, dotadas de derechos, con un modo honesto de vivir. Uno de estos derechos es el de poder votar y ser votado, donde radica la diferencia esencial a discusión. Los electores somos todas aquellas personas que tenemos el derecho de acudir sin ningún tipo de distinción, a emitir nuestro voto por aquellos que hemos decidido, que son los que mejor representan a nuestros intereses ante las instituciones públicas y de gobierno. Para los electores no existe diferencia entre si eres rico o pobre, agricultor o empresario, el valor del voto siempre será de igual importancia.
PARTICIPACIÓN
En el contexto de participación, los ciudadanos buscan por sobre cualquier cosa, ser miembros activos de la sociedad a la que pertenecen, es decir, elementos de la sociedad con capacidad para elegir, proponer y nombrar a sus gobernantes; los ciudadanos buscamos también tener la posibilidad de organizarnos cuando así se requiere y manifestar nuestras necesidades ante los gobiernos o actores que nos representan, buscamos formar grupos que no sólo alcen la voz cuando se esté negando garantizar nuestros derechos, sino que estos grupos garanticen que esos derechos sean respetados sin importar las condiciones de cada individuo.
Ser ciudadanos participativos nos permite a los mexicanos influir de manera directa en los rumbos y direcciones que toma la vida política de nuestras comunidades, o bien, de nuestro país. De este precepto se desencadena el apego hacia los valores democráticos y la cultura de vigilancia hacia la forma de gobierno que mantenemos hoy en día. Más participación ciudadana implica a su vez un aumento en el compromiso ciudadano y los valores sociales.
Nuestra cultura política nos ha permitido concebirnos como ciudadanos autónomos, con la libertad de moverse en la política de forma abierta y sin ser necesariamente controlados por el Estado. En una comunidad como la nuestra los problemas no quedan a solución de unos cuantos, sino que, de acuerdo con lo que dicta el deber-ser, se plantean y ponen en la mesa para que sean recreados a fin de encontrar soluciones que partan del intercambio de ideas, del debate y desde la visión de muchos.
SECULARIZACIÓN
Si echamos una mirada atrás en la historia de nuestro país nos daremos cuenta de que las condiciones en las que vivimos hoy en día son muy diferentes a como lo eran hace 100 o 200 años. Los avances en nuestras legislaciones nos han permitido crecer como sociedad y desarrollarnos como ciudadanos.
Hace algunos ayeres, por ejemplo, las decisiones eran tomadas a través de creencias religiosas y las leyes que dictaba la iglesia. No obstante, estas decisiones estaban sesgadas por eso justamente, la religión. Gobernar solo para aquellos que crean o se interesen en un tema no es gobernar en democracia. Que las democracias crean en la ciudadanía no es una coincidencia, la visión de ciudadano implica una visión racional de las cosas, una que no esté ligada a solo creencias o dogmas.
Una cultura que se seculariza es aquélla en la que las creencias, sentimientos, concepciones y actitudes hacia los objetos políticos van dejando de estar ligados a estilos ideológicos rígidos y dogmáticos que dependen de una voluntad ajena, para abrirse a toda clase de información y convertirse en seculares, vale decir, conscientes, pragmáticos y multivalorativos, esto es, sujetos al libre albedrío y tolerantes frente al flujo de los cambios.
LEGALIDAD
No es necesario describir lo que implica este punto, sin embargo, es importante destacar que pese a las libertades que nos otorga la vida democrática, ésta también implica un gran compromiso con el orden jurídico pues a través de este se sostiene nuestra sociedad. Mediante el orden jurídico las personas seguimos una serie de reglas que regulan nuestra conducta externa por igual, sin hacer distinción de ningún tipo.
Si el orden jurídico lo trasladamos a nuestra cultura política, podremos entender que la política no condiciones “sanas” y limpias. Como sucede en cualquier otro escenario, el no respetar los reglamentos en la política trae consigo sanciones pues no existe nada más allá de la ley.
PLURALIDAD
Mexico es un país que se distingue no sólo por la diversidad de sus tierras, sino por las diferencias entre su gente. Podemos comparar el norte con el sur y encontraremos un sinfín de tradiciones, acentos, ideologías, religiones e incluso lenguas que distinguen a una región de otra. Hablar de cultura política es hablar de pluralidad, antes se mencionó que uno de los principios de la democracia reside en las diferencias que existen entre las personas que la conforman y el respeto a las ideas que cada uno de los ciudadanos que conforman a la democracia pudieran llegar a tener. Para la democracia no existe mejor camino que el de la tolerancia pues lidiar con la diversidad de pensamientos no siempre resulta la tarea más sencilla de ejecutar.
Hablar de una cultura de la pluralidad es referirse a un patrón de valores y orientaciones que tienen como punto de partida la existencia de la diversidad en su proyección sobre el mundo político y las relaciones de poder. En este sentido, es una orientación que está reñida con esquemas de unanimidad, es decir, de adhesión absoluta sin que medie espacio alguno de disenso a los valores del poder o de las clases dominantes.
El principio de pluralidad no se reduce a una noción cuantitativa, de sentido numérico, sino que implica el reconocimiento genuino del otro y de su derecho a ser diferente, a militar en un partido distinto, es decir, a ser visto no como enemigo al que hay que eliminar, sino como adversario, con el que hay que pelear, pero con quien se pueden confrontar ideas y debatir con base en argumentos diferentes.